viernes, 23 de marzo de 2018

MUTE: Análisis

Como estoy paupérrimo, parece que últimamente sólo comento películas de Netflix. Nada más lejos de la realidad, pero si traigo Mute a la palestra es porque es una cinta que esperaba desde hace años y en la cual tenía puestas muchas esperanzas. Si la hubiesen estrenado en el cine, allá que hubiese ido.

Pero ha dado el salto a la plataforma digital. Por si alguno aún se lo pregunta o la desconoce: Qué es MUTE? Pues es la última película del que para mí era un gran cineasta pero cuya carrera veo que últimamente va dando algunos tumbos. Duncan Jones, el hijo de David Bowie. 



Duncan nos regaló en 2009 la excelentísima Moon, con un Sam Rockwell en estado de gracia. Luego me sorprendió cosa mala con el thriller de ciencia ficción Código Fuente. De repente, torció hacia el blockbuster con Warcraft, el origen. La cual ni aún siendo fan de los primeros juegos de Blizzard, me convenció. Más bien me dejó muy frío. Por eso esperaba con tanta gana este Mute, porque antes de Warcraft, Jones ya había presentado algún concept art de lo que aparentemente tenía aires de peli noir futurista a lo Blade Runner. Y me encajaba completamente con el director. Pero de nuevo, ha sido un poco un zas! En toda la cara.

 Le achacamos esto a que la época en que Mute fue concebida ha sido una etapa dura en la vida de Duncan Jones, debido a la lucha de su mujer contra el cancer o a la muerte de su padre? Podría ser que hayan quedado cicatrices en su espíritu y eh, es un artista y esas cosas se notan. MUTE debería haber sido una magnífica obra. Y al mismo tiempo, ya puestos, el modo de redimirse de Warcraft. Porque ya digo, Jones le ha dedicado mucho tiempo y pasión a esta criatura suya. Pero no ha sido así.

 

Analicemos los problemas de esta película. El primero y más grave tiene nombre y apellidos y se llama Alex Skarsgard. Sí, ya lo siento, pero este gigantón que hace de amish mudo de esos que pierden las cuerdas bocales porque una lancha les rebana el cuello, no transmite. La búsqueda de su novia Naadirah, desaparecida en el Berlín del año 2058 se convierte en una llenísima y aburrida secuencia de miradas, respiraciones y gestos acartonados que nada transmite y que curiosamente te sume en el sopor. Y es una pena porque el personaje en sí mola y como inamginaréis, sus tradiciones amish contrastan sobremanera con el mundo noir futuro de neones en el que se desarrolla la historia. Mientras los coches vuelan, Leo usa un viejo mercedes, talla en madera, dibuja en una libreta, viste como a principios del siglo XX frente a los trajes sintéticos de sus congéneres. Le vemos aprender a conducir, usar un móvil por primera vez o tratar de sacar su primer selfie. Pero no se le saca más partido que ese. 



Menos mal que hay una pareja de militares norteamericanos, Cactus y Pato, interpretados por Paul Rudd y Justin Thieroux, que levantan el tono de la peli con diálogos socarrones y un cierto humor negro. Pero tampoco lo levantan tanto. Y encima, la diferencia de ritmo entre la historia de Leo, el personaje de Skarsgard y la trama de estos dos, hace que la peli trastabille por momentos. El caso es que resulta molón, eso sí, ver al buenazo de Paul Rudd que parece que nunca ha roto un plato en el que quizás sea su primer papel de malote. Un personaje gris, porque estos dos ex militares eran cirujanos de guerra en Afganistan y Cactus (el cirujano con nombre de super nena) tiene aún una cierta moral, muy pervertida y siniestra, pero la tiene, aseo como el amor por su hija. En el caso de Theroux, interpreta a Pato, uno de esos personajes que tienen algo creepy que no llegas a detectar pero que te ponen los pelos de punta. Un tío de esos que son mu majos, que sabes que tienen un lado muy oscuro, pero que no llegas a saber qué ocultan.

Volviendo a Leo, lo cierto es que últimamente hemos visto detectives futuristas de muchas clases en pelis como Blade Runner o series como Altered Carbon, pero nunca un ilustrador amish mudo que se patee las calles en busca de su amada, camarera como él en un club del Berlin futuro (con drones que reparten comida y que son el sueño húmedo de Amazon). Un club en el cual algunos le ponen las manos encima a la moza, una cosa lleva a la otra, violencia gratuita y chica desaparecida. Por cierto, tristemente desaparecida porque era otro personaje misterioso bien interesante. Poco más.

Lo dicho, un sinsentido un poco random, dos horas y seis minutos de idas y venidas por una oscura Berlín futurista demidecadente y repleta de burdeles en las que lo único que quieres es que el prota no aparezca o que cuando lo hace diga algo. Ves? Eso no pasaba con la forma del agua.

Si hubiese funcionado como debía, Mute habría sido el mejor ejemplo de que el mecanismo Netflix que permite un cine de autor potente, funciona. Pero Bright, Cloverfield Paradox, Mute y Annihilation… demuestran que algo falla. Viejos guiones que acumulan polvo en un cajón porque todo Dios los rechazó están teniendo su oportunidad gracias a la plataforma de pago? Espero que no.

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