jueves, 13 de diciembre de 2018

Crítica: Arde Madrid - Temporada 1


Bueno, quería comenzar agradeciendo a Paco León el haber creado esta serie. Principalmente por pensar en acromáticos deuteranopes como un servidor, es decir daltónicos, y producirla en Blanco y Negro. 

Dicho esto, qué es Arde Madrid? Pues es la nueva serie tragicómica de 8 episodios de media hora dirigida por Paco León, creada junto a su pareja, Anna R.Costa y producida por Movistar+, que ha hecho mis delicias. Me ha encantado todo. La historia, los actores, sus interpretaciones, la recreación del Madrid de los 60 y de su farándula, la fotografía, la música, el diseño de producción… todo.

En serio, me parece una obra de arte digna de ser vista. 

Arranquemos con la historia. De dónde parte la serie? Pues de algo que no deja de ser un tema candente entre generaciones pasadas de madrileños de pro. Los años que Ava Gardner, la diva, la famosa actriz Hollywoodiense. Ex mujer de Mickey Rooney y del mismísimo Sinatra, pretendida por el millonario Howard Hughes. Ava era bella, exuberante y además una grandísima actriz que se cruzó en pantalla con grandes de la época. Gregory Peck, Anthoni Quinn, Omar Sharif, Humphrey Bogart, Burt Lancaster…

De Ava y su estancia en Madrid se dicen muchas cosas, bueno, básicamente que no paraba de ir de fiesta en fiesta y que se lo bebía y se lo comía todo… literalmente.  Pero la que captó la atención de Paco León fue una anécdota acontecida en el 61. En aquel año, Ava era la vecina del piso de arriba del mismísimo General Perón, ex presidente de Argentina. Y se dice, se comenta, que Ava no paraba de gritarle desde la terraza “Perón Maricón” o “Perón, cabrón”. Este es quizás el punto de partida de la serie. La forma de vida de esta mujer descocada, su relación con el famoseo de los sesenta, con los hombres y con sus vecinos, pero visto todo ello desde un punto de vista diferente y original. El de su servicio doméstico.
Sí, porque la acción la llevan Inma Cuesta, Paco León y Anna Castillo. La primera interpreta a Ana Mari, miembro de la sección femenina que, en la oprimida España de Franco casi rozando el aperturismo internacional, es llamada a desempeñar una misión. Su superior, Carmen Machi en un cameo muy divertido, le encarga a Ana Mari entrar a trabajar como ama de llaves en casa de Ava Gardner para así tenerla vigilada de cerca, pues se rumorea que tiene contacto con comunistas. Pero para poder desempeñar dicha misión, por petición de la actriz, que requiere una pareja, Ana Mari debe entrar a trabajar a la casa con su marido. Así que la sección femenina busca a Manolo, Paco León, un pícaro que se gana la vida a base de trapicheos, que se hace pasar por el esposo de Ana Mari, convirtiéndose como tapadera en el conductor de la señora de la casa. Anna Castillo (qué grande es esta chica que igual te hace de prepúber reguetonera que de niña buena) aquí es Pilar, la otra criada, totalmente ignorante y ajena a lo que se traen entre manos estos dos y que tiene sus propios problemas en forma de un embarazo deseado en los años sesenta.

Como puntazo, tenemos a la propia Ava encarnada por una actriz que personalmente me chifla, por su rollo y su look. Amiga de juventud de Madonna, con una imagen muy de chica Pin Up, me volvió loco en el séquito y en Younger. Pues encontrármela de repente en una serie española dándolo todo y aprendiendo nuestro idioma para encarnar a Ava Gardner… podéis imaginar, me dejó con el culo torcido. 

No nos olvidemos de Osmar Núñez y Fabiana García Lago, que en el papel de los Perón, son uno de los puntos cómicos de la serie por esa relación casi de aquí no hay quien viva que tiene con la Gardner. La criada de los perón, una sufridora y alcohólica Rosario, otro puntazo. 

Pero además está el mundo gitano de Vargas y su familia. El capo del barrio, currante y humilde, pese a los trapicheos y que quiere recuperar el prestigio que ha perdido por persona simplemente por ser gitano y que sin buscarlo pone a Manolo entre la espada y la pared una y otra vez dando lugar a diversas situaciones de crisis en la casa que son la montaña rusa en la que se convierte la serie. 

Óptimo Moreno Borja como Vargas. No conocía yo a este hombre, pero me ha impresionado con su presencia. 

Como también despunta Julián Villagrán, encarnando a Floren, al hermano esquizofrénico de Ana Mari, un loco de la vida que le da la oportunidad a Villagrán de mostrarnos su perfil más divertido pero también el más dramático. 

En general tampoco quiero desvelar mucho de la trama, porque todo gira en torno a un embrollo que se traen entre manos Manolo y Vargas y que se lleva por medio al resto de personajes. 

Simplemente recalcar lo dicho, que me encanta cómo se ha recreado el faranduleo de la época. Por Arde Madrid pasan versiones de los 60 de Marisol, de Lola Flores, de Lucía Bosé y hasta de Carmen Sevilla, a la que pone cara una guapísima Melody. 

Y me encanta que todos los personajes sean igual de relevantes, no importa su origen o su posición social. El servicio doméstico, los mafiosillos del barrio, los famosos glamourosos, los de izquierda, los de derechas, los gays, los heteros, los jóvenes, los mayores… todos molan. 

Igualmente, me gusta el mensaje digamos sexual de la serie. Un mensaje de descubrimiento. La pérdida de la virginidad, la masturbación, el embarazo… están presentes de forma sutil pero con peso, así como el papel de la mujer, con una crítica muy inteligente canalizada a través de esa mujer de armas tomar que es Ana Mari, necesitada de amor, pero firme e independiente. Una cosa es amar y otra ser dependiente, lo que viene a decirnos en un magistral monólogo en los minutos finales de la serie. 

Un 10 out of 10 para esta serie que innova con comedia fresca, irreverente, desvergonzada, nostálgica, con actores de lo más variopinto e internacional y que sobretodo demuestra que aún no está todo escrito y, mejor aún, refuerza el buen momento de la producción propia patria y la imagen que tengo y que adoro de Paco León como gran actor y mejor realizador. Para aquellos que le criticaron diciendo que las pelis de Carmina eran poca cosa y que KIKI era simplemente un remake. Pues toma jeroma!!

martes, 11 de diciembre de 2018

Crítica: Jack Ryan


Ya sabéis que soy gran fan de la fantasía y la ciencia ficción, pero me he dado cuenta de que en la intimidad tengo otro género del que disfruto sobremanera cuando mi mente requiere cierta desconexión. Quizás siguiendo la estela de mi progenitor, a temprana edad ya me convertí en fan de Bond. Después descubriría a un sofisticado Ethan Hunt que haría mis delicias de adolescencia. Pero con los años y la madurez… bueno, madurez, ya me entendéis… descubrí otro personaje que sin que yo lo supiera me iba a enganchar, aunque fuese a base de reposiciones en televisión, aunque, como Bond, tuviese más de dos y más de tres caras diferentes. Al principio, ni siquiera era consciente de estar ante las aventuras de un mismo personaje y mucho menos aún era consciente de que aquellas películas eran adaptaciones de una serie de best sellers que triunfaban en los ochenta.

El autor y padre de la criatura, don tom Clancy. La criatura en si misma, el señor Jack Ryan. 

Sí, el analista de la CIA que ya interpretase Alec Baldwin en La Caza del Octubre Rojo, frente al mismísimo Sean Connery. El mismo al que Harrison Ford le puso cara en dos ocasiones, en Juego de Patriotas y Peligro Inminente. El mismo Jack Ryan que, con la cara de Ben Affleck se enfrentó al Pánico Nuclear y que hace tan sólo cuatro años regresó de la mano de Chris Pine en Jack Ryan: Operación Sombra. Sí, ese Jack Ryan. Lo mismo a vosotros también os ocurrió. Las habíais visto todas y no erais conscientes de cuánto os gustaba el personaje. 

Un tipo que en las novelas de Clancy pasó de simple analista a director de la CIA enfrentado al mismísimo presidente de los Estados Unidos. De hecho, un personaje que sobrevivió a su autor en el papel, pues otros autores siguieron desarrollando sus historias tras el fallecimiento de Clancy. 

Así que está muy vivito y coleando. Algo que notaron algunos productores de Amazon Prime, los cuales dijeron “Ey, no hay suficientes espías molones en el mundo mundial”. Esto no es un mundo de ficción como el de Counterpart o Man in the High Castle. Estamos en el mundo real pero… Jack Bauer. Carrie Mathison? Buhhh, pasados de moda. Relancemos al buenazo de Jack Ryan. Un héroe de nuestra era”.

¿De nuestra era? Bueno, acabo de decirlo, hablamos de un hombre caucásico cuasi perfecto que ha sido interpretado en los 80, los 90, los 2000 y ahora dos veces a mediados y finales de la década de los 2010. O es el personaje definitivo y es tan guay que encaja genial en toda situación geo-política que se le ponga por delante. O es tan simple, típico y tópico que… encaja genial en toda situación geo-política que se le ponga por delante.

Tras haberme visto los 8 episodios de la serie con la esperanza de encontrarme con el nuevo Homeland, opto más por la segunda opción. 

Y mira que en el fondo me ha gustado la encarnación de John Krasinski como Ryan. Krasinski parece la inspiración para Rompe Ralph, un tipo grandote pero con cara y actitud de buenazo. Un boy scout en toda regla que igual te resuelve derivadas mientras desarma a un criminal que llora con los Teletubbies. Así es él. Un actor cuyas cejas tienen vida propia. Y así es Ryan, la clase de personaje bonachón que todos escribiríamos. Pero por algo no somos literatos o guionistas. El mundo nos pide chicha y por eso en los tiempos que corren, como espectador me funciona mejor una Carrie Matheson bipolar que la lía parda en la CIA y con la cual sufrimos cuando no se toma su litio, que este hombretón sin imperfecciones que sufre de estrés post traumático. 

Lo mejor de la serie? Que es un reboot y que estemos familiarizados o no con el personaje funciona. Nos pone de nuevo en el punto de partida, con Jack como un joven analista de la CIA, un joven especialista en Wall Street y ex-marine, al que le encanta rastrear las transacciones financieras de más de un terrorista. 

Otro punto a su favor? Si os gusta la acción, cada uno de los ocho episodios de Jack Ryan ofrece al menos una escena intensa de tensión y tiroteos en alguna localización del mundo mundial. Sí, porque no han reparado en gastos y aquí se va de Langley a París, de ahí a Irak y de vuelta en el día, sin problema. 

Lo peor? Que esto ya lo hemos visto. Al héroe. A la CIA. Al ex-marine. Incluso al terrorista con el cual quieren que empaticemos. Suleiman, el nuevo Bin Laden. Un yihadista libanés con muchísimo talento y contactos. Dulce con su familia pero con convicciones. Gran hermano, mejor marido y padre, letal asesino. Sin embargo, así como su carácter y sus valores parecen estar muy bien dibujados, sus auténticos planes, sus objetivos, quedan algo borrosos y su modus operandi llega a ser algo desastroso. Sin dar mucho detalle, me chocó cómo tras organizar un atentado brutal, lanza un mensaje al mundo dando la cara e identificándose como el culpable. Su rostro está en cada pantalla, en cada periódico. Pero luego pasa una aduana en un pequeño aeropuerto de Estados Unidos con un pasaporte canadiense falso y unas gafas. El efecto Clark Kent lo llamo. 

Aún así, un hurra por el trabajazo de Ali Suliman, que, aunque imperfectamente, no es su culpa,  da vida a un personaje complejo y muy similar, curiosamente al que el mismo actor encarnase en una película que comparte género, Red de Mentiras, con Leonardo Dicaprio, Russell Crowe, Tom Strong, Oscar Isaac… no sé si os acordáis. 

Junto a Ryan, tenemos a su superior, Greer, otro tipo traumatizado por un pasado violento y que ha pasado de ser un férreo militar a verse atrapado entre analistas sabelotodo, lo que le pone de los nervios. Y para colmo, es musulman, con lo que todo este caso que está sacando a la luz Jack, le toca la fibra sensible. La verdad es que la relación entre estos dos, por ser polos opuestos que acaban adorándose recíprocamente en silencio, como las hemorroides, es de lo más chulo de la serie. 

De hecho diría que es la mejor relación de la serie. Porque aquí va mi otro punto negativo. Las féminas. Qué pasa con ellas? Es una serie de testosterona y machotes. Y eso que insisto, Jack es un buenazo, casi aburrido, que te dan ganas de inyectarle adrenalina en el corazón a lo Pulp Fiction para que espabile. Me da mucha rabia que haya tan sólo dos personajes femeninos de importancia y que queden relegados a seres dependientes del macho alfa. 

Por un lado, la esposa de Suleiman, que le ama, pero no quiere que sus hijos se críen con un líder terrorista y que hará lo que sea para evitarlo, pero que al final, o depende de un hombre, o de otro. De su marido, de su tío, del tipo de la frontera con Turquía, del propio Jack…
Por el otro lado está Cathy, la futura esposa de Jack (pero ella no lo sabe). Aquí aún son dos mozuelos que se cruzan y comienzan a enamorarse por azar. Si, es una doctora virología del copete (ha dado un salto de escalafón, porque en las novelas sólo era oftalmóloga), pero queda relegada a interés romántico y OH, la doctora que por casualidad descubre X, Y y Z, cuestiones que son de interés para la CIA y OH vuelve a cruzarse con Jack. 

En definitiva, es un show que funciona. Si os gusta Homeland, os gustará Jack Ryan. Pero id con conocimiento de causa y sabed que es una opción muy descafeinada del género. Personajes planos, casi paródicos del género y tramas que ya hemos visto antes. Pero también tiene escenas de acción muy chulas (en esta era en la que Daredevil demuestra lo que son las escenas de ACCION con mayúsculas) y también tiene un protagonista, un tercio príncipe de Disney, un tercio Einstein y un tercio máquina de matar que por fin encaja con el personaje tal como se concibió. Ah, y otro pro, son sólo 8 capitulitos que, además, cierran perfectamente un primer arco argumental, pero dejan miguitas para lo que está por venir. 

martes, 20 de noviembre de 2018

Crítica: Megaman 11

Hace ocho años que Capcom no nos alegraba la vida con una nueva aventura del bombardero azul. De hecho, pensábamos que ya no habría más. Sobretodo basadas en la saga clásica. Parecía que el bueno de Mega había quedado relegado a cameos en otros juegos o para merchandising. Pero, nos hemos equivocado.

La cosa es que el año pasado tuvimos ese momentazo fan llamado Mighty Number 9. Keiji Inafune, uno de los padres de la criatura, dejó Capcom en 2010 y vio que los fans estábamos ávidos por más aventuras gloriosas como las de antaño así que creó una nueva saga que era, reconozcámoslo, un ripeo/homenaje/clon/copia cuasiabsoluta del personaje de Capcom.

Los resultados de aquel juego, desarrollado durante años a partir de un proyecto kickstarter, que llegó tarde y mal, no fueron todo lo maravillosos que esperábamos. Yo fui uno de los miles que aportó al crowdfunding en 2013 y para cuando tuve el juego en 2017 ya casi me había olvidado de él. Encima, el juego quedaba un poco cojo y le faltaban entretenimiento y jugabilidad dignos del 2017. En general no estaba del todo mal, pero los fans sabemos reconocer un sucedáneo. Le faltaba el carisma del personaje original.

Esta es la verdad, que un juego se sienta como un Megaman es mucho más importante que el hecho de que “parezca” un Megaman.

No obstante, parece que el atrevimiento de Inafune hizo que el bombardero se revolviese en su tumba y Capcom vio el potencial que seguía teniendo Megaman tal y como fue concebido hace 30 años.

Para mí es un personaje mítico que he disfrutado (o más bien sufrido, porque reconozcámoslo, suelen ser juegos muy difíciles) desde los tiempos de la NES, con 8 o 9 añitos y que tuvo su culmen con el Megaman 8 de PS o con su saga X y títulos como el Megaman X4.

De repente, hace unos años, nos sorprendieron con un curioso regreso con Megaman 9 y 10, dos títulos que en lugar de seguir la estela marcada por el 8, volvían al look de los 8 bits. Esto que para los más harcore fans del lugar era un acierto, para mí fue un paso atrás. Como homenaje a los clásicos estaba bien, pero Megaman necesitaba evolucionar. Y hacia las 3D, pues las últimas iteraciones de la saga X, alejadas ya de las plataformas clásicas, dejaban bastante que desear. No, el camino marcado por el MM8 era el ideal. Más jugabilidad, concepto clásico del personaje pero nuevo look and feel adaptado a los tiempos.  
¿Qué pasó? Nadie lo sabe. La cuestión es que ahora, años después, Capcom ha decidido regalarnos una continuación más que digna a las aventuras de este robot creado por el Doctor Light. No sólo una continuación sino probablemente el mejor juego de Megaman que hayamos disfrutado hasta la fecha. Ideal para los fans de toda la vida, pero también para las nuevas generaciones que nunca antes han experimentado esta saga.
En mi caso lo estoy gozando en la PS4, pero tengo que decir que también está disponible en Nintendo Switch y eso precisamente creo que lo va a acercar a muchos zagalicos y zagalicas.
Y el juego luce como debe. Desde el segundo uno sabes a qué estás jugando. No esperéis grandes sorpresas. Aquí se trata de saltar, esquivar, disparar y vencer a jefes finales de los chungos. Punto.  
Arrancamos con unas imágenes estáticas con voz en off que nos relatan los años de juventud de Light y su archienemigo el Dr Wily y cómo competían siendo jóvenes por llevar a cabo un proyecto llamado Double Gear. Wily pierde frente a Light, pero una noche, en el presente, recuerda aquel proyecto y algo despierta en su malvado cerebelo.
Wily irrumpe en el laboratorio del Doctor Light mientras este le pasa la ITV a 8 robots (casual casualidad, ya sabéis) y se lleva a éstos, sólo para pervertirlos e instalar el Double Gear en ellos. Este dispositivo les permite o bien ralentizar el tiempo y por ende moverse a tremenda velocidad o bien plenipotenciar sus habilidades. Light se siente derrotado pero ante la cabezonería de Megaman, que está decidido a ir tras Wily, le acaba instalando al chaval este mismo dispositivo, lo cual enriquece muchísimo el juego. Sobretodo porque hay niveles prácticamente imposibles pero que, cuando usamos el double gear y ralentizamos el tiempo, vemos que son superables, con dificultad pero sin perecer en el intento. Eso sí, el double gear se sobrecalienta rápidamente y sólo puede usarse unos segundos hasta que se vuelve a enfriar. Todo esto le da una nueva perspectiva al título y define una nueva mecánica de juego la mar de divertida.
Más cambios para bien muy disfrutables. Todo lo relacionado con los power ups, no sólo los que puedes comprar en el laboratorio de Light, al que puedes acceder entre niveles, y que ahora está hasta los topes de añadidos molones para nuestro personaje. También mola mucho cómo ha evolucionado visualmente Megaman cuando obtiene armas nuevas de los robot master. Antiguamente simplemente cambiaba de color. Ahora, Capcom se lo ha currado y cambia su casco y su cañón, a los que se les añaden elementos propios del enemigo al que vencimos. Además, tras vencer a dicho enemigo, tenemos como una pantalla de prueba donde podemos testear el nuevo arma antes de lanzarnos al siguiente nivel a ciegas.
Como de costumbre, podemos elegir entre cada uno de los 8 niveles regentados por los 8 robotmasters que nos esperan al final. Tengo que reconocer que el nivel de dificultad, en modo normal y superiores, es francamente jodido. Como nos gusta. Pero el nivel de iniciación es genial también y muy recomendable para quien no haya catado la saga nunca. O eso o se te pegas un tiro a las 2 horas de juego. Y es que los 8 niveles son durillos cuando no desesperantes pero sus diseños y los de los jefes finales molan mucho y son totalmente fieles a la saga. Mis favoritos, el nivel de BounceMan, en el que tienes que ir rebotando entre globos, o el de TundraMan, típico nivel de hielo resbaladizo.
Además, es genial volver a ver a Megaman sin su armadura en la secuencia de apertura en el laboratorio de Light, donde está barriendo como un simple chico de los recados. O volver a ver a Roll, a Beat, a Duo… o disponer de Rush, nuestro fiel perro robot al que podemos llamar en cualquier momento del juego para usarlo como trampolín y llegar a lugares de otro modo inaccesibles. Además, no haré spoilers, pero hay ciertos enemigos de antaño que se dejan caer por esta undécima edición de la saga.

En definitiva, Megaman 11es un juego muy recomendable tanto para los que se quieran acercar a las aventuras de este personaje como para los fans más exigentes del mismo.

domingo, 18 de noviembre de 2018

Crítica - Animales fantásticos y donde encontrarlos: Los crímenes de Grindewald


Wingardium leviosa… es leviosa, no leviosaaaa… mira que os lo tengo dicho frikis.

Pues sí pequeños muggles, o nomajs, o seres sin habilidades mágicas en general, hemos regresado al universo Harry Potter. Y casi literalmente. Los Potterheads estamos de enhorabuena porque con los Crímenes de Grindewald regresamos a las paredes de esa maravillosa escuela que es Hogwarts. Y no sólo eso. Volvemos a encontrarnos con un personaje tan mítico de la saga como Albus Dumbledore, esta vez con otro atuendo y casi 70 años más joven, en la piel de un magnífico y siempre sexy Jude Law. Es que son las entradas más sexis del celuloide. 

Que sí, que también hay un breve vistazo a una joven Srta McGonnagal, pero destaco a Dumbledore porque todos ansiábamos volver a ver al personaje. Más aún cuando sabemos que cuanto acontece en esta película, sucede a finales de los años 20 y es previo al duelo legendario que mantendrían en la década de los 40, precisamente Dumbledore y Grindewald. Un duelo al que parece que nos iremos precipitando poco a poco a lo largo de esta nueva etapa de la saga. 

De hecho, ya en esta secuela, el señor David Yates, que ya dirigiese Harry Potter desde la orden del fénix y hasta la segunda parte de las reliquias de la muerte, vuelve a caer en su habitual espiral de oscuridad. 

¿Por qué digo esto? Pues porque cuando este hombre se puso tras las cámaras para dirigir el mundo mágico de JK Rowling me parece que este se tornó mucho más lento, gris y cruel. Algo que también tenía mucha lógica, pues tras las coloridas películas de Chris Columbus, que le iban como anillo al dedo a un Harry de 11 años, la mágica visión de Cuarón y su Prisionero de Azkaban y el aventurero estilo que Mike Newell le imprimió al Cáliz de fuego, el asunto se tornaba serio. Precisamente al final de esta cuarta entrega, Cedric Diggori moría y Voldemort regresaba a la vida. Las cosas se ponían chungas y con Yates llegó el principio del fin.

Cuando el mismo David Yates hace nada se puso manos a la obra con Animales Fantásticos, sin embargo, parecía otro. Era dinámico, colorista y atrevido. Pero nuevamente, parece que con estos Crímenes de Grindewald, la saga gira y se reorienta hacia un turbulento futuro. Yates se ha vuelto a poner serio y la Rowling mitológica y shakespeariana. Esto no es ni bueno ni malo, porque de hecho ocurren dos cosas.

1. Que el fan usual de la saga, al ver Animales Fantásticos, echó en falta el puntillo épico que habían tenido las últimas películas

2. Resulta que el Potterhead medio, también ha madurado con la saga y ha crecido con los personajes. Ya no es un crío y busca un tono mucho más serio. 

Y eso es lo que encontramos en esta secuela. Menos criaturas (aunque obviamente, no dejan de tener un peso importante cuando se trata de relatar las aventuras de Newt Scamander y de vender merchandising) y más acción, o mejor dicho, más crímenes. Bueno, más de todo, porque en las casi dos horas y media que dura la peli, nos han echado de todo a la cara: Nuevos personajes, mucho misterio, flashbacks a tope, criaturas guays, elfos domésticos… De todo y por un tubo. De principio a fin. 

Y es que si al final de la anterior cinta veíamos cómo el personaje encarnado por Colin Farrell resultaba ser en realidad el mismísimo Grindewald, aquí arrancamos, seis meses después, con la huída de este, ahora ya siendo él mismo y encarnado por el amado por unos y odiado por muchos, camaleónico Johnny Depp. Una huída repleta de adrenalina. El arranque de la peli es espectacular y nos situa en ese punto que comentaba antes del final de Harry Potter y el Cáliz de Fuego. El mal anda suelto y lo sabemos. 

Eso sí, el personaje de Gellert Grindewalt es un personaje mucho más carismático para mi gusto que Voldemort, si no tan bien recreado en el celuloide. Es un tipo gris. Del palo de Darth Vader o Thanos, de los que dices, qué malo, pero cómo mola y, en el fondo, lo mismo hasta tiene razón, sobra gente en el mundo. 

Y para más INRI, en esta película, tenemos un paralelismo a mi juicio genial con la saga mutante por antonomasia. Para que os hagáis una idea, si Dumbledore fuera Xavier, Grindewalt sería el perfecto Magneto. Dos hombres ya maduros que fueron amigos y compartieron creencias de juventud. Bueno, creencias y quizás algo más. 

Pero ahora, uno cree en la superioridad de su especie y está movilizando a los suyos para emprender una guerra que tiene como objetivo la supremacía mágica y la esclavitud humana. El otro, prefiere que muggles y magos convivan como hasta ahora. Y ambos han perjurado no enfrentarse entre si. Lo que no quiere decir que como buenos ajedrecistas no puedan ir moviendo ficha. 

Y ahí entran en juego el resto de personajes. En el lado de las piezas negras, el Credence de Ezra Miller, que busca sus orígenes, y una humanizada Nagini.

En el de las piezas blancas, a Eddie Redmayne, el magizoólogo Newt Scamander con su sempiterna timidez y actitud infantil, sus criaturas y su séquito, Tina, Jacob y Queenie, esta vez algo dispersos por París.

Y en tierra de nadie, Theseus Scamander, hermano mayor de Newt y Auror, y Leta Lestrange, la prometida de este.

Pero ya digo, aunque parezca que no tienen tanto tiempo de pantalla, son aplastantes las presencias de Dumbledore y Grindewald como los personajes que, el primero sutilmente como de costumbre y el último de modo sobrecogedor y aplastante, mueven los hilos de la historia.  

El mundo mágico comienza a dividirse. Es hora de elegir el bando y de elegir bien. Y es que esta peli es una secuela digna de ser el jamón York del sandwich que sería una trilogía, de las que van preparando el terreno para un desarrollo de tintes épicos, bélicos y apocalípticos. Solo que en lugar de tres, la idea es producir al menos 5 películas con lo cual, imaginad cuán apocalípticos pueden llegar a ser si ya aquí están apuntando maneras. 

Con respecto al apartado artístico y visual no hay mucho que decir. WB no repara en gastos e impresiona con un espléndido CGI perfectamente integrado con los personajes de Carne y Hueso y con un París mágico de los años 20, circense y jazzero que me ha dejado picueto.  

En definitiva, historia un tanto difusa, lenta y confusa por presentar infinidad de nuevos personajes, emplazamientos y conceptos. Eso sí, final de traca y resaca, mil cabos sueltos y nuevas incógnitas que resolver y una historia que empieza a antojarse más que interesante.


Se avecina tormenta. Esperemos que llegue pronto, sea de granizo y no se quede en chirimiri. 







jueves, 1 de noviembre de 2018

Crítica: Pose - Temporada 1

La categoría es… STRIKE THE POSE!

Toca la patata este show centrado en el desventurado colectivo LGTB de finales de los 80 en una nueva York que les daba la espalda y les castigaba con el silencio mientras ellos sufrían los estragos de ese fantasma que les perseguía en la sombra llamado SIDA.

Aún así, Pose no es un drama (o no es sólo un drama). Parte de ahí, sí, pero yo diría que es más bien un canto a la vida. Al positivismo, al renacimiento y al seguir adelante. A levantarse cada día para decir, este soy yo. Soy como me siento. La genética no me define. Mi sexo no va a decidir por mí.

Y es un canto a la vida relatado a través del musical y el melodrama. Pero esto no es el Glee de Brad Falchuk y Ryan Murphy. Aquí hay pena. Hay familia y no precisamente consanguínea, sino familia de verdad de las que se forman por supervivencia y amor. Hay desgracia, pero también el calor de la comunidad. La verdad es que da gustirrinin cuando te metes en la piel de estos personajes. Y vaya si te metes… que acabas llorando. Yo hace mucho que no me estremecía así.

Es majestuosa la visión que se da de la situación que muchas personas transgénero viven. Cómo sienten el rechazo y el miedo por la imagen distorsionada que la sociedad tiene de su verdadero yo. Y cómo cuando renacen y son consecuentes con su persona interior se enorgullecen también de ser quienes realmente son. Porque uno no es su órgano sexual.

Por cierto, como colofón, no olvidemos a Evan Peters, atrapado en su vida perfectamente imperfecta.


miércoles, 31 de octubre de 2018

Doctor Who: Avance Temporada 11

Qué emoción tengo en el cuerpo con esta nueva temporada. Creo que todos los whovians hemos contado los días para ver a la nueva encarnación del doctor… o doctora. Porque ahora, el señor del tiempo es una timelady interpretada por Jodie Whitaker que ya saltó a la fama por su papel de afligida madre coraje en Broadchurch, precisamente junto a otro Doctor, David Tennant y a otro companion, Rory. Ya habíamos visto el look de la Whittaker con ese jersey reminiscencia de la bufanda del cuarto doctor y tirantes similares a los que vistiese Matt Smith. Pero necesitábamos verla en acción. Y, aunque siempre ocurre en el primer episodio con nueva regeneración, que se hace raro… con Jodie nos hemos hecho enseguida.

La serie ha empezado bien. Lleva cuatro episodios muy entretenidos. La verdad, había miedo ante la salida como showrunner de Steven Moffat que desde la 5 temporada de esta nueva iteración del personaje, com Matt Smith como cara del doctor, redefinió su universo. Ahora, llegaba, precisamente de Broadchurch, Chris Chibnall. Y la verdad se nota. Nueva cara para el doctor, nueva frescura en la serie. Como siempre, manteniendo su mitología y su magia, pero no cayendo en la repetición. Nuevos acompañantes, esta vez 3, como homenaje al primer doctor de William Hartnell, una suerte de familia disfuncional. Chico, chica-interés romántico y abuelastro. Y nueva Tardis, tocando un poco de nuevo el estilo Steampunk, que me flipa.

Además, me encanta que la serie, fiel a sus orígenes de infotainment, vuelva a visitar a personajes históricos (brutal el tercer episodio con Rosa Parks de por medio, pionera del movimiemto afroamericano junto a Luther King) Eso sí, esta vez los viajes del Doctor tienen un estilo visual y musical bastante distinto, espectacular, mucho más dinámico y cinematográfico. Se nota que BBC américa le ha dado fama al doctor y que se le mete más pasta al show. Como diría John Hammond: No hemos reparado en gastos.

En resumen: Echamos de menos a Capaldi, pero estamos ávidos de nuevas aventuras.


martes, 30 de octubre de 2018

Star Wars Resistance: Temporada 1

De momento la serie de David Filoni, sucesora de SW Rebels no ha dado la talla. Y me da rabia porque para mí Filoni es el sucesor espiritual de Lucas y creo que nadie maneja el universo de La Guerra de las Galaxias como él. Pero es que lleva 5 episodios, y deja mucho que desear en cuanto a tono. Si bien es cierto que tanto Clone Wars, que vuelve esta temporada, como Rebels comenzaron con estilos muy infantiloides y fueron madurando temporada tras temporada, creo que la audiencia, curtida ya con ambas series, demanda que Resistance arranque con algo más de fuerza, si no desde su primer episodio, si al menos desde el segundo o tercero.

De momento tenemos a un joven piloto de la Nueva República Kazuda Xiono, Kaz, captado por Poe Dameron y reconvertido a espía disfrazado de mecánico y puesto a trabajar en una gigantesca base espacial a ras de mar donde se llevan a cabo carreras. Qué hace allí? Pues buscar indicios de la existencia de la Primera Orden. La verdad mola que explore los años anteriores al episodio VII y que así nos ayude a ir hilando con la más reciente trilogía. Pero hace falta todavía recorrer un largo camino y profundizar más.

El look es también más cartoon, con un cell shading colorido que bien recuerda al anime de Polygon Pictures, los de A-jin, Godzilla, Blame y Knights of Sidonia.

En general la gente se ha mosqueado con la serie por aquello de rehuir del mundo Jedi. Yo creo que de algún modo, aunque sea de refilón, se tocará. Espera que no acaben recuperando a clásicos de Filoni como Ashoka Tano o Ezra de Rebels. En todo caso, a mí no me disgusta y se han hecho buenos productos ajenos a los Jedi, como Rogue One. De hecho incluso me apetece explorar esa vasta galaxia muy muy lejana, que tiene mucho que aportar más allá de los seres sensibles a la Fuerza.

Lo dicho, le daremos un voto de confianza. Porque es un producto Disney XD y ya sabemos como funciona eso.

Para resarcirnos, pronto nos llega esa última temporada de Clone Wars perdida en el tiempo y la serie de acción real The Mandalorian de Jon Favreau.



jueves, 25 de octubre de 2018

Crítica: Las terroríficas aventuras de Sabrina - Temporada 1

Qué poco conocedores somos en general en España de los comics de Archie y qué guerra empiezan a dar dos series basadas en su universo.

Por un lado tenemos Riverdale, que ya lleva un tiempo rodando y tres temporadas de Netflix que aquí por derechos tiene Movistar+ y que nos plantea precisamente un prisma diferente con el que mirar a Archie y sus amigos, uno bastante más real, oscuro y retorcido. Ya lo hicieron los comics, que en 2015 se relanzaron con un tono más adulto. Ahora le toca a las series.

E igual ocurre con la serie hermana de Riverdale, las escalofriantes aventuras de Sabrina, la bruja adolescente. Olvidaos de Melissa Joan Hart y de ese gato parlanchín que hacía chistes sobre José Luis Moreno. Porque la Sabrina de Netflix es la antítesis de su versión sitcom pero conserva todos los elementos propios de Sabrina. Como ocurriese con Riverdale, Roberto Aguirre-Sacasa ha cogido a los personajes de la bruja adolescente y los ha puesto en un contexto mucho más oscuro. Chungo, brujeril y satánico.

Porque sí, están todos: Sabrina, las tías Hilda y Zelda. El inocente Harvey Kinkle. Salem. Incluso Ambrose, el primo de Sabrina que salía en la serie animada de Filmation si alguno¡ la recuerda. Pero todos son diferentes. Esta vez toca contar una historia de brujas sin tapujos. Esta Sabrina, es un poco como debería ser la Buffy del 2018.

La historia arranca con Sabrina, una vez más una medio bruja que ha de decidir si vivir entre mortales o junto a su aquelarre. Y debe hacerlo ni más ni menos que en su deimosexto cumpleaños, el cual casual casualidad también coincide con su Bautismo Oscuro, su firma en el libro de Satán, el señor Oscuro y su consecuente entrada en la Iglesia de la Noche, de la que su padre fuese Sacerdote antes de morir.

Así pues, Sabrina Spellman ha de vérselas entre sus amigos del instituto de Greendale y la Academia de las Artes Oscuras de la Iglesia de la Noche. En Greendale tiene libertad, con las brujas, poder. Y ella los quiere ambos. Entre otras cosas, para acabar con el mismísimo señor oscuro el cual nunca dejará que Sabrina obtenga ese poder porque Sabrina… es una mujer y Satan… bueno, pues eso, un hombre.

La verdad es que el mensaje feminista y de empoderamiento que subyace bajo la mitología de los aquelarres queda patente aquí y a mí me ha encantado.

En esta serie las brujas comen carne humana, miran con desprecio a los mortales y asesinan. De hecho incluso entre ellas. Sólo hay que ver cómo Zelda le revienta la cabeza a su hermana Hilda y la mata cada vez que se mosquean. Zelda y Ambrose no dejan de fumar. Hay sexo entre brujas a calzón quitao...

El tono, desde luego, es oscuro, creepy, a veces campy y divertido y casi gore. Y es muy de agradecer. Te das cuenta de lo interesante que pueden llegar a resultar estos personajes cuando abandonan lo edulcorado y penetran en un mundo adulto sin tapujos.

Para los Whovians, hay que decir que tenemos a una mala malota encarnada por Michelle Gomez, la Missy de Doctor Who, personalmente el mejor Amo que ha dado la serie en sus
Más de 50 años de vida.

Los fans de la sitcom, ya digo, echarán de menos que Salem hable. Lo cierto es que su papel, aquí se desdobla entre Ambrose y el felino. Pero por lo que se deja ver del familiar de cuatro patas, la historia de Salem Saberhagen, el conquistador, puede dar mucho juego en futuras temporadas.

En cuanto a la estética, me ha encantado, porque han sabido darle lo mejor de la estética gótica, lo más chulo de los años 50 y mantener la historia en el presente, pero de forma muy sutil. Si no fuese por la aparición de algún teléfono móvil o por ciertos comentarios relacionados con la cultura popular cinematográfica no sabrías en qué época transcurre. Los vehículos, la música en ciertas escenas y hasta las televisiones son… muy de los 50.

En general un gran regreso de la bruja adolescente. No perfecto, eso sí. Pues a veces puede no mantener el nivel. Hay capítulos fantásticos mientras que otros, con demonios con careta de goma, no son tan placenteros. Pero en general, como planteamiento, como experimento y atrevimiento, a pesar de lo irregular del tono, creo que Sabrina funciona fenomenal. Hay que tomárselo, como lo que es. Como dice Zelda al matar a su hermana, es un juego, un juego oscuro.

Cuanto menos, escalofriantemente divertida. Y además… ya se filma segunda parte.

viernes, 19 de octubre de 2018

Crítica: Haunting of Hill House

Lo mismo si no llega a ser porque me enganché a ella según la estrenó Netflix, no me hubiese llamado la atención. Más aún cuando los devotos de la novela de Shirley Jackson la cataron y escupieron lo poquito que habían probado. Muchas veces en ese punto, dado el volumen de material audiovisual de calidad a nuestra disposición, hubiese dejado esta serie de lado. Pero resulta que me me puse a verla y que desde un primer momento tuve a mi disposición todos esos elementos que me gustan en una historia de terror clásica: Niños, casas encantadas, estudiosos de lo paranormal…

Ya digo, los conocedores de la novela gótica con la que Shirley Jackson prácticamente moldeó las historias de fantasmas de los años 50 en adelante, se rebotarán al ver esta serie. Al menos, si lo que buscan es una traslación fiel de la historia. Porque aquí sigue habiendo una señora Dudley y una puerta roja que no se abre, pero en esta versión (no olvidemos que ya había una película de Robert Wise y otra del 99 con Catherine Zeta Jones y Liam Neeson de por medio… en esta versión, su guionista y director, Mike Flanagan, ha hecho un poco de borrón y cuenta nueva.

Este señor, director de una peli que también me dio mucho miedito o al menos mal rollo hace ¾ años, Oculus, ha decidido contar la historia que le ha dado la gana y vestirla de The Haunting. Pero hay que reconocerle que, si nos olvidamos de la novela homónima, lo ha hecho genial.
Sí, porque se ha olvidado del toque más misterioso-detectivesco original para relatarnos la historia de un drama familiar. Pero además, no lo ha hecho de forma cotidiana, sino que ha creado a través de sus 10 episodios un puzzle maravilloso cuyas piezas vamos encajando capítulo a capítulo. Y con cada pieza encajada, el regustillo es sublime.

No penséis que es una serie de terror al 100%. La maldición de Hill House mezcla a partes iguales drama y terror. De un modo fabuloso, aunque a veces, dada la historia familiar, llegue a resultar moñas.

La historia se centra en la familia Crane, que a principios de los 90 decide mudarse a un caserón para rehabilitarlo y revenderlo. Hugh y Olivia son arquitectos y se mudan allí un verano con sus hijos para hacer reformas. De mayor a menor, los chavales son Steven, Shirley, Theo y los gemelos Luke y Nell. Todo parece normal al principio pero poco a poco todos ellos irán experimentando los horrores que alberga la casa más encantada de América. Algunos, paranormales, otros, relacionados con la madre Olivia, muy reales.

Y a la Stephen King en It, nos encontramos con estos niños y su padre, ya creciditos y haciendo sus vidas, cada un por su lado, en la actualidad. Mola porque de adultos vemos cómo serían esos típicos niños de peli de terror traumatizados, veinte años después.

Steve se dedica a investigar casos paranormales y a escribir sobre ellos aún y no creyéndose ni media. Shirley es dueña de una funeraria. Theo es psicóloga y además tiene el don de la psicometría. Es capaz de saber acerca de los lugares o las cosas que toca. Luke, se rehabilita en un centro contra la drogadicción y Nell ha ido de bajona en bajona y de psiquiatra en psiquiatra. Esto lleva precisamente a la pequeña, a volver a la casa y a suicidarse en extrañas circunstancias. Es el momento de reunirse de nuevo.

Así, empezamos a montar ese rompecabezas yendo adelante y atrás en el tiempo. Pero es que además, cada capítulo representa el punto de vista de uno de los personajes. La historia, digamos que transcurre en poco más de un día y medio. Pero vemos ese día y medio repetido desde todos los ángulos posibles y poco a poco atamos cabos. Hasta llegar al final del capítulo cinco. Sublime, por cierto. Hace tiempo que no me flipaba tanto una escena que ha llevado cinco capítulos construir.

En el seis, otro episodio majestuoso, la familia se reúne por fin para el funeral de Nell. Todos los miembros se reúnen así en el tanatorio que regenta Shirley. Pero es que el maldito Mike Flanagan nos cuenta el reencuentro a través de 5 impresionantes planos secuencia sin cortes, que nuevamente nos llevan atrás y adelante en el tiempo como si de una montaña rusa se tratase.

Como ya hiciesen otros autores y directores, Flanagan flirtea con la idea de fantasma. Del toro lo planteaba como un recuerdo que deja huella y similar es el concepto de Hill House. Un recuerdo. Una sombra. Un secreto…

Y así como funcionan las historias de cada uno de los personajes (en conjunto, pues por si solas algunas pueden resultar flojas, pero al vincularlas todo cobra sentido, en el pasado y en el presente), funciona sobremanera el elenco. Me hacen gracia los padres cuando son jóvenes, interpretados por Carla Gugino ella, que me parecía demasiado bella para el papel al principio pero me encajó perfectamente al final según el personaje de Olivia se pierde en la oscuridad. Y Henry Thomas es el joven Hugh. Ni más ni menos que el Elliot de ET ya crecidito. Nada le tiene que envidiar su contraparte en el presente, un Timothy Hutton que emana sosiego cada vez que aparece en pantalla. No os digo ya lo que molan los peques, sobretodo Luke y Nell, traumatizados por la visión de un tipo flotante con bombín y una señora con el cuello partido.

El terror de Hill House funciona muy bien en la TV en esta época de Monjas, Annabelles y Paranormal Activities. Y lo hace por saber conjugar emoción y miedo, con sustos puntuales de saltar en el sofá y momentos de tensión total. Hay casa encantada, niños y fantasmas? Si. Que no es nada nuevo? No. Pero esa familiaridad es también parte de la fórmula que hace que funcione. La serie juega con nuestras expectactivas hacia el género… y las deconstruye.

Aquí lo importante es revelar el misterio. Saber qué le pasó a la familia Crane entonces y qué les ocurre ahora. Qué les persigue. Qué les une y qué les distancia. En qué creen y en qué no.

Y eso, frikis, os tendrá colgados de esta serie hasta el último momento. El cual, ya me aventuro a decirlo, es algo más moñas de lo necesario.

jueves, 11 de octubre de 2018

Crítica: First Man


Atención Houston, aquí base lunar Hello Friki2… esto… tengo un problema. En el espacio nadie puede escuchar mis gritos. Así que no sé si este mensaje llegará hasta el cuartel general. Espero que el comandante Giacco pueda recibirlo y descodificarlo…


Saludos frikis… hablemos de First Man, la nueva película de Damien Chazelle, director de Whiplash y Lalaland, joven genio del cine que se planteó el reto de llevar la vida de Neill Armstrong a la gran pantalla. 

Hablamos del biopic del primer hombre que pisó la luna.

Y en términos generales puedo decir que First Man es… Larga. Lenta. Oscura. Sucia. 

Pero no os vengáis abajo. La película también es reflexiva, íntima y profunda. Damien Chazelle dice estar encantando de haber hecho algo que se encuentra en el polo opuesto de Lalaland.

Adaptada del libro de James R Hansen por el guionista Josh Singer, la cinta de casi dos horas y media, es una verdadera travesía entre el espacio exterior y el interior de Neill Armstrong. 

Karen, la hija del astronauta, se nos presenta desde el minuto uno como el Mcguffin que mueve la trama interior de su padre. Neill está tocado por el fallecimiento en dramáticas circunstancias de su pequeña. Un sentimiento que grita desde su pecho y del que no consigue escapar. Al menos mientras está en la Tierra. Gosling inexpresivo se complementa perfectamente con Claire Foy, que interpreta a su mujer, Janet y que funciona maravillosamente como el auténtico gancho emocional de la historia.

Desde luego, el titulo es acertado. Aquí no hablamos del viaje a la luna. Hablamos de quien lo realizó. Hablamos del hombre, Neil Armstrong, a quien pintan como un buen ingeniero pero un mal piloto con tendencias suicidas y un peligro para si mismo. Un tipo que parece querer escapar de su triste realidad y que sólo encuentra descanso en el silencio de las estrellas. 

De repente, Neill tiene la posibilidad de entrar a formar parte del equipo de ingenieros que trabajan en el viaje a la luna y esto supone un perfecto y necesitado nuevo comienzo para él y su mujer.

Así arranca esta historia que nos transporta a los EEUU de los 60. Esos 60 de urbanizaciones y bungalows. De vecinas que te dan la bienvenida al barrio con magdalenas y barbacoas en el jardín. 

Sin embargo, aunque se aprecia mucho del American way of life de la época, curiosamente, la película (algo que personalmente me ha gustado bastante) tiende a ser neutra, agnóstica, si no casi antipatriota, salvando momentos insoslayables. Una escena en la casa blanca, pero que podría haber sido en cualquier otro salón de invitados. Una rueda de prensa. Ídem. Y el momento cumbre, ese momento por el que Michael Bay lloraría, el de plantar la bandera de barras y estrellas en la superficie de Selene. Ese momento, filtrado por la dirección de Chazelle, queda relegado a un plano general, en el que el mástil queda a decenas de metros de la cámara y apenas se ve.

Tampoco se recrea demasiado con momentos de sobra conocidos o de corte histórico, como determinadas líneas de diálogo registradas entre Armstrong y Buzz Aldrin (muy bien interpretado por cierto, como no podía ser menos por Corey Stoll. Qué me gusta este hombre).

También pasa sin pena ni gloria LA frase por todos recordada que espetó Armstrong al pisar la superficie lunar por vez primera. Y ya digo, es de agradecer. Porque al final, Chazelle da una visión muy real de la carrera espacial. De la vida de los ingenieros. De cómo equilibraban trabajo y familia. De los riesgos y las pérdidas. Y plasma el primer alunizaje tal como fue, como una operación experimental, metódica, arriesgada y sin fanfarria, al margen de la campaña que la prensa y el gobierno norteamericano pudiesen hundir en pos de enfrentar la amenaza de sus rivales directos. Los soviéticos que, seamos sinceros, les ganaban por la mano. 

No quiere esto decir que todos estos momentos no queden reflejados en First Man. Ahí están. Las noticias. La prensa. El viaje… pero lo que de verdad le importa a Chazelle es la persona. El tumulto de sensaciones y las complejas decisiones de Neill Armstrong, un hombre que tenía una vida y que no buscaba formar parte de la historia.

Pero no me malinterpretéis. También importa y forma parte del mensaje, lo crudo de la carrera espacial. La propia Janet Armstrong describe a los ingenieros de la NASA como niños a los que le gusta hacer maquetitas. Las naves se muestran claramente como vehículos experimentales, sucios, incómodos, claustrofóbicos donde los astronautas son poco menos que sardinas en latas de conserva. Esa gente sabía lo que se hacía, pero no sabía como hacerlo. Sin duda, estaban abriendo nuevas puertas, jugándose la vida e inventando soluciones por el camino ante cada adversidad. Tanto es así que hay un momento en el que una navaja suiza salva el día y el despegue de un módulo puede realizarse. #improvisando

Hablemos precisamente de eso. De los vuelos. Desde el minuto uno, en el que se nos presenta a Neill como un piloto de vuelos de prueba, subiendo a la estratosfera con su avión, vemos como Chazelle quiere que conectemos con la experiencia. Es algo similar a lo que Cuarón hiciese con Gravity hace unos años. Pero claro, en los 60 todo era más sucio, más crudo, más peligroso. Y así quiere que lo sintamos en carne propia. Como algo mareante. No nos muestra el exterior de los vehículos, sino el interior; esos controles que tenemos a 10 centímetros de nuestra cara o esos remaches que van a saltar a nuestro lado. Casi sientes la presión de las atmósferas. A veces parece un auténtico parque temático. Pero uno de los buenos, donde te puede llegar a afectar la claustrofobia y donde las tripas se te revuelven cuando la nave pierde estabilidad y estás a punto de volver a ver los nachos con queso que te has zampado. Y eso también hace de esta una cinta única con un lenguaje propio y muy distinto a lo que estamos acostumbrados cuando de viajes espaciales se trata. 

Destaca la fotografía de Linus Sandgren, pero no sé si para bien o para mal. Porque sumergirnos en tanta suciedad y oscuridad sumado a las facciones casi inexpresivas de Gosling es a veces demasiado para el body. Desde luego el tono de la película no es como para verla en un mal día.

Por otro lado, hay que reconocerle el mérito a este director de foto, pues mola muchísimo que en las escenas hogareñas, Sandgren y Chazelle ruedan con cámaras de 16mm mientras que en la NASA, todo se rueda en 35mm y la imagen de algún modo cambia. Todo es más amplio, más luminoso, más metálico e impresionante. Al llegar a la luna, incluso rizan el rizo, mostrándonos unos impresionantes paisajes lunares en un amplísimo cuadro de cámaras IMAX de 65mm.

No es lo mejor de Chazelle. De hecho no esperéis ver al director de Whiplash o Lalaland. Es, simplemente diferente. Una película distinta que ha de jugar su mejor baza para no dejar de ser un biopic. 

Eso sí, sus metrajes siguen transpirando notas musicales. No lo puede evitar. Y de algún modo, el director juega con ese espacio en absoluto silencio con secuencias totalmente mudas y las combina con otras donde recuerda y casi homenajea los viajes espaciales de 2001, donde las naves surcan y casi bailan por el espacio exterior al ritmo de la genial banda sonora del ya acólito de Chazelle, Justin Hurwitz y que recupera el celemín como instrumento clásico relacionado con el espacio exterior.

First Man, esa travesía entre la cocina de casa y la luna sin duda te hace plantearte lo lejos que está nuestro satélite. Lo complejo y lo duro de un viaje así. Si es cierto que fuimos allí algún día o si todo cuanto tenemos grabado en nuestras retinas en obra de Kubrik. 

martes, 2 de octubre de 2018

Crítica: Spiderman (Videojuego para PS4)

Spidey ha tenido otros juegos anteriormente. (2010 shattered dimensions) Unos han tenido más éxito y otros menos. Pero creo que ninguno hasta la fecha ha logrado lo que ha conseguido este título: Sentir la experiencia de ser el hombre araña.

Y es que al comenzar a hablar de Marvel´s Spiderman, este juego exclusivo para PS4, hemos de empezar por tratar de definirlo con un calificativo. Es un juego de aventuras? Es un sandbox gigante? Un juego de superhéroes? Bueno, es todo eso y más.

Para mí, tiene lo mejor de juegos como Uncharted combinado con una experiencia superheróica como la de la saga Arkham de Rocksteady. Sí, las comparaciones son odiosas, pero es inevitable hacerlas.

De hecho a raíz del mix de Batman, no hace mucho que volví a sacarle todo el jugo al primer juego del hombre murciélago, Arkham Asylum en su versión remasterizada de Arkham Returns y claro, dar el salto a este Spiderman me ha hecho comparar ambos títulos como los primeros de una serie. Porque sí, frikis, indudablemente, Imsomniac trabajará en una secuela. No por nada este juego ha vendido millones de discos en su primer día en el mercado superando por ejemplo las cifras del box office del primer finde de Spiderman Homecoming.

Pero yendo al juego y planteando una diferencia sustancial con el Asylum de Batman. Aquel, aunque amplio, nos planteaba las andanzas de Bruce Wayne en pos de liberar el manicomio de Arkham de las manos del Joker. Y por tanto, estábamos limitados por la estructura del lugar. Esto se superó con Arkham city y por supuesto se volvió a rizar el rizo con el Arkham Knight, que nos permitía recorrer con nuestro Batmobile las calles de Gotham.

Entonces llega Insomniac, (los del Spyro o Ratchet y Clank) y dice. Vale, pues vamos a hacer un juego de Spiderman. Vale. Y será un sandbox gigante con todo Nueva York para disfrutar. Y es ahí cuando se te caen los palos del sombraje. Mira que me agobian los sandbox gigantes (lo que decía Isra antes de los mundos abiertos). Yo soy gamer de los 90 de los que necesitan que le marquen una dirección a seguir. Pero puedo reconocer que con este juego, me lo estoy pasando en grande. Casi casi estoy haciendo turismo por la gran manzana. Y de hecho, si no avanzo más rápido con la historia principal es porque me paso las horas muertas muchas noches recorriendo las calles neoyorquinas, haciendo fotos a edificios históricos, rescatando palomas, buscando el rastro de Gata Negra o viejas mochilas de Peter esparcidas por la ciudad con algunos recuerdos coleccionables de aventuras. Pasadas. Y lo mejor de la ciudad, es que no hay obstáculos. Tan pronto estás en una terraza, como balanceándote de una escalera de incendios, saltando sobre una estatua, colgando de un puente o cayendo al agua junto a unos astilleros. Y mejor aún, es una ciudad viva. Este es un gran salto con respecto a la saga del hombre murciélago. En ella, y justificadamente, Gotham estaba vacía y sólo los matones la recorrían. Pero la nueva york del cabeza red es diferente. Las calles están repletas de gente, de coches, de camiones de reparto, de taxis… los trenes van de un lado a otro, las parejas toman cafés en las terrazas, la gente organiza fiestas en las azoteas de los edificios y las ardillas suben y bajan de los árboles de Central Park. Es una pasada y no hay ni un lag. Alucino. De hecho, puedes interactuar con esta gente, chocarte con ellos, escuchar sus alabanzas y sus críticas. Te piden autógrafos, te insultan… de hecho, con respecto a estas voces, ya aprovecho para decir que el doblaje en castellano, al menos en lo que a los protagonistas respecta, es una auténtica obra de arte. Especial mención a Mario García que ya le pusiera voz a Peter en Spiderman Homecoming y que repite en el juego, recreando horas y más horas de un spiderman supercharlatán perfecto, tal cual es en la viñeta. No calla ni debajo del agua, ni mientras se enfrenta a sus rivales, por peligrosos que sean. Eso sí, un punto negativo para los biandantes y algunos personajillos de la ciudad que, no sé si por falta de tiempo o de presupuesto, se han quedado sin doblar y claro, queda raro que de repente te digan “hey man, what’s up, Spidey” y al rato “me encantas tío, eres lo más”. Pensé que sería un errorcete que subsanarían con parches y actualizaciones pero de momento nada de nada.

Esto, que diréis… “bueno, no pasa nada”. Ya, pero es que el juego tiene algo chulísimo y es que no sólo de la historia principal o de las misiones secundarias vive la araña. Es que para mejorar esa experiencia que os comento de sentirte bajo la máscara de Peter Parker, muchas veces va a ocurrir que cuando vayamos columpiándonos de rascacielos en rascacielos, nos vamos a topar con maleantes, ladrones, delincuentes y secuestradores a quienes hemos de detener. Normalmente llevaremos sintonizada la frecuencia de la policía. Y claro, no mola que cuando salvas a alguien y le sacas del maletero de un coche, te lo agradezca con un “thank you so much”.

Vamos con los personajes. El principal, obviamente, Peter. Un jashondo de la vida. Ya digo, porque no calla en ningún momento (Mario García comentó que perdía la voz en las sesiones de doblaje) y porque, incluso cuando entras en el menú y abres la galería de personajes secundarios para leer sus perfiles, todos ellos están escritos por Peter. Incluso el suyo, que está en primera persona y siempre metiendo chistes.

Pero lo genial de este Peter Parker es que no es como el de Homecoming. No es un chaval de instituto ni un novato. Es un profesional, un veterano que lleva 8 años combatiendo el crimen en Nueva York y que ahora trata de salir al mundo real, de triunfar en su trabajo, de vivir por sí mismo… y se enfrenta a despidos, desahucios… y a su doble vida como trepamuros que al final destruye sus relaciones personales. Con May, con Doc Ock, con MJ… Mola, porque está curtido y se maneja de la leche como héroe, pero sigue sufriendo precisamente por ser quien es.

Y luego están los personajes no superheróicos, con los que estaremos en contacto duirante todo el juego, no sólo a través de cinemáticas sino bien porque nos pongamos en su piel o porque nos llaman por teléfono (a veces incluso mientras pateamos culos mafiosos) o bien porque los escuchamos en internet, como a JJ con su podcast:

Otto Octavius: el mejor Octopus de la historia al nivel del de Alfred Molina. Buenazo al principio que poco a poco se torna en un ser cruel. Por cierto, con una enfermedad neuromuscular que lo va inmovilizando y que es la razón de su obsesión por las prótesis cibernéticas que lleva a la espalda. Le adoras, le odias y le compadeces, todo a partes iguales.

Tia May: Personajazo. Ya sabéis, madraza y mujer empoderada. Aquí la vemos además fuera de su hogar y de su zona de confort, trabajando en un refugio para sin techo de Nueva York, como una campeona, a las órdenes del filántropo Martin Lee. La amas.

Mary Jane: Otro personaje con una perspectiva diferente a la que nos tienen acostumbrados. A parte de que tiene un rollito diferente y está guaopísima, vamos a olvidarnos de esa MJ modelo o actriz que conocíamos. Ahora está en primera línea, casi de sidekick de Spiderman, metida en todos los embolados trabajando como reportera del Bugle para Robby Robertson (J Jonah Jameson ya está jubilado, aunque haciéndonos la competencia en el mundo podcastil). MJ está a tope e incluso jugamos como ella en un par de ocasiones en misiones de infiltración. Mola porque además, está en un momento de ruptura con Peter, con lo que tú deseas que se arrejunten en todo momento.

Yuri Watanabe y Martin Lin: Si no me equivoco, dos personajes creados ad hoc para el juego. Ella, la oficial de policía compinche de Spidey. Él, el jefe de tía May, un tío majísimo que usa su fortuna para ayudar a los demás, pero que también esconde un oscuro secreto.

Norman Osborn y Harry: El primero, carismático y cabrón como de costumbre, aquí es el alcalde de NY. Harry, anda por ahí, enfermo y sirve de excusa para lanzar misiones secundarias de investigación.

Miles Morales: La gran sorpresa. Qué momentazo cuando le ví la primera vez. Pensaba que era un cameo. Así que cuando tocó ponerse en su piel y ver que tenía peso en la historia, ya lo flipé. Genial, Miles, el mega fan de Spiderman. Aquí no viene de otra dimensión. Simplemente convive en el mismo mundo que Peter. Es un neoyorquino más.

De los enemigos también hay que hablar. En primer lugar, de Wilson Fisk, Kingpin, quien tras 8 años dando por saco es por fin vencido por Peter. Y precisamente a raíz de su encarcelamiento, parece que el equilibrio de poderes en nueva york, se rompe y comienzan a aparecer nuevas amenazas, entre ellas, los Demonios, una banda mafiosa con armas de energía negativa y máscaras chinas.

Los seis siniestros: Y luego están los seis sinisestros. Porque hemos dicho que Peter ya no es ningún yogurín y a sus 23 años necesita retos de verdad. Así que por qué iba a enfrentarse a Rhino, a Shocker, a Scorpion o a Taskmaster por ejemplo por separado? Pongamos a todos sus enemigos juntetes para una mayor epicidad.

Por cierto, para épica, la banda sonora. Una auténtica obra maestra digna de una superproducción. No veas cómo motivan los acordes de John Paesano mientras nos balanceamos y saltamos entre rascacielos. A veces algo repetitiva, pero siempre cañera y dándole un significado extra a cada escena.

La historia, por cierto, no lo hemos dicho, las 15 horas aprox de juego y las casi 30 horas de misiones secundarias y paseos neoyorquinos se deben a un guionazo de 3300 páginas, escrito por gente que conoce muy bien al cabeza de red. Por ejemplo, Dan Slott, al que todos odiábamos por matar a Peter y poner a Doc Ock en su lugar como Superior Spiderman, pero al que hemos aprendido a querer con el tiempo. O como Christos Gage, que escribe precisamente Superior Spiderman y ha escrito para la serie de Daredevil o libros spin off de Civil War o World War Hulk, así como está finiquitando una precuela literaria de este juego.


En cuanto a la jugabilidad, esto es otro punto a favor del juego. Al principio todo es tutorial. De hecho, un punto un tanto negativo del juego es lo lento de su inicio, que si bien nos pone directamente en la calle a movernos y tratar de estampanarnos contra los edificios mientras aprendemos los truquitos de Peter, y tiene un arranque de traca con el enfrentamiento con Fisk, después, nos deja sueltos por NY, por donde vamos como pollo sin cabeza activando antenas para descubrir misiones secundarias y entrando muy poco a poco en la vida de Peter. Ala, eso sí, una vez que la historia coge inercia, no puedes dejar de jugar.

Ya digo, la jugabilidad, perfe. Es que puedes ir en cualquier dirección, colgarte de cualquier rincon, esquivar, golpear, rebotar en las paredes, hacer volteretas y todo con una elegancia y sutilezas dignas de una araña acróbata. Al principio estamos un poco limitados, pero según avanzamos y cumplimos misiones, le hacemos upgrades al traje y ganamos de experiencia, subiendo de nivel, lo que nos ayuda a desbloquear nuevos trajes (esto parece Spiderverse, hay de todo, noir, araña escarlata, el traje Stark de Homecoming…) y cada traje viene con nuevos poderes, a los que le unimos nuevos movimientos en un árbol de habilidades, y nuevos gadgets a cada cual más molón, que abren mil posibilidades nuevas a la hora de enfrentarnos a nuestros enemigos. De hecho este es un factor chulo. La insistencia en el afán por la ciencia de Peter, por inventar cacharritos, o resolver puzzles en el labo del Doctor Octavius, por ejemplo reparando circuitos de placas base, o en las estaciones de investigación de Harry osborn, donde hemos de emplear entre otros el espectrómetro de masas para resolver la fórmula que contamina el puerto o eliminar humos nocivos del cielo neoyorquino.

Por último, hay que reconocer que hay que darle las gracias a Insomniac por dos motivos. Uno, porque este juego no te saja con microtransacciones. No existen. Niente online. Y dos, porque desde finales de este mes comienzan a salir una serie de DLCs titulados ¨La ciudad que nunca duerme¨ donde se amplia la historia y se nos presenta a Gata Negra, por ejemplo.

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Cameos:

Me he parado frente a la oficina de Alias
Un ciego me dio una tarjeta de unos abogados, Murdock & Nelson
Torre Stark
Embajada de Wakanda
Sancta Sanctorum del Doctor Strange

Y sí… Stan Lee de cocinero