miércoles, 10 de julio de 2013

Abraham Lincoln: Cazador de vampiros - Análisis


Honestamente Abe…

No hace mucho vimos a Daniel Day-Lewis convertirse en el Lincoln de Steven Spielberg. A muchos, interesados y entendidos de la historia norteamericana les encantó, seguro,ver al actor interpretar al decimosexto presidente de los Estados Unidos de América. Cómo habla, cómo camina…

Por otro lado, los señores Burton (Tim) y Bekmambetov (Timur), que ya uniesen sus fuerzas en el pasado con "Número Nueve" nos mostarron cómo "Abe El Honesto" golpea, machaca, destripa y caza vampiros. Intrépida aventura para todo un señor presidente.

Se podría pensar que la culpa tal vez sea de Seth Grahame-Smith y su novela popurrí de idéntico nombre al film: "Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros"… Sí, eso mismo. No hay trampa ni cartón. De eso va la novela y (más o menos) de eso va la película. Grahame-Smith, padre también de la obra "Orgullo y prejuicio y Zombies" sorprendió al público en 2010 con una historia en la que presentaba al presidente norteamericano como un vengador dispuesto a acabar con todo chupasangre que se cruzase en su camino. Y lo hizo de modo inteligente; a través de los diarios secretos de Lincoln, que relatan cómo su madre murió por culpa de uno de estos vampiros, cómo conoció a su mentor, Henry Sturges y cómo salvó a Norteamérica, hacha de plata en mano y palabra en boca, de los malvados nosferatu.

La película, pese a compartir protagonistas, difiere bastante de la novela. Aún así, el título, por bizarro y friki que parezca, lo dice todo. Aquí vemos sangre, vampiros y a Abraham Lincoln. El problema es cómo Timur Bekmambetov, apreciado por muchos tras sus interesantes adaptaciones de la inacabada pentalogía de "Los Guardianes del Día" de Sergéi Lukiánenko y por su regalo del 2008, "Wanted", lleva el guión a la gran pantalla.

El estilo es muy suyo: Hiperactivas escenas de acción entremezcladas con cámaras lentas imposibles. Pero es que, en los tiempos que corren, post John Woo y post-Matrix,  poco puede sorprendernos ya esta técnica.  Más bien cansa (pese a ser reaprovechada de cara al 3D). Es hora de encontrar nuevos estilos narrativos, damas y caballeros. Más aún cuando la historia que estás relatando no se sostiene por sí misma. Y la puntilla la pone el hecho de que formamos parte de un sector de la población ajeno al estadounidense y por tanto que no empatiza del mismo modo con el personaje protagonista.

La película tiene un ritmo irregular… de hecho, tiene dos ritmos y dos partes muy diferenciadas. Una primera que nos relata los primeros días de Lincoln como cazador, el modo en que es entrenado por Sturgess (Dominic Cooper), sus primeras cacerías, su primer amor y a posteriori esposa, Mary Todd (Mary Elizabeth Winstead)… Hasta aquí todo bien, ágil, dinámico e interesante. ¿El punto maestro? El hecho de que los vampiros apoyen la esclavitud y aviven la llama secesionista.



Por otro lado tenemos una segunda parte en la que Abe abandona su hacha y lo cambia por el poder de la palabra y la política. Pero oigan, una vez cazador, siempre cazador, aunque tengas casi sesenta años, ¿qué más da? Aunque te enfrentes al padre de los vampiros, Adan (Rufus Sewell), de 5000 años de edad… ¿Qué más da? Aunque todo el sur confederado en forma de población chupóptera conspire con una gastronomía fundamentada en la esclavitud -tema "complicado"-  y provoque una guerra… Da igual, todo da igual (incluso la barba postiza que decora la esquijada de Benjamin Walker).

Sí. Hasta cierto punto da igual. Por eso hablamos de ficción, de cine, de parodiar historia y realidad. Pero de nuevo erramos en el modo en que quedan registrados los acontecimientos. ¿Qué más da su veracidad? El problema es que la acción se nos muestra a base de saltos, de escenas deshilvanadas que no se sostienen en un conjunto informe que te deja insatisfecho. Escenas de acción extremadamente cortas o absurdamente largas que no aportan nada. Humor en contadas ocasiones que también desencaja en el resultado final.

El punto de inflexión está claro y "Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros" acaba cuando Abraham Lincoln deja de cazar vampiros, cuando se convierte en un abuelo que trata de emular a Buffy mientras habita la Casa Blanca.

Al final, el pretendido pastiche que podría haber resultado en una fórmula divertida e inteligente, fracasa por tratar de ser fiel a la historia y respetuoso hacia los valores norteamericanos.

Vivan el gore y los vampiros de género, más cercanos a John Carpenter que a "Crepúsculo". Una pena que no hayan explotado y explorado las posibilidades del producto.

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